El menor fue arrastrado por una creciente, en zona rural de Santa Marta. Su cuerpo fue hallado al día siguiente tras una intensa búsqueda. Es la segunda víctima menor de edad por inmersión en un mismo domingo en el departamento.

El mismo domingo en que un menor de 7 años perdió la vida en el río Frío, otra familia —esta vez procedente de Bosconia, Cesar— vivió su peor pesadilla a orillas del río Don Diego, en la zona rural de Santa Marta.

Era un paseo familiar, una escapada para disfrutar del agua en medio del intenso calor de junio. Pero en un abrir y cerrar de ojos, la tranquilidad del momento se transformó en desesperación: Yeferson David Acuña, un niño de 11 años, desapareció arrastrado por una creciente repentina del afluente.

La familia no alcanzó a reaccionar ante el súbito cambio en el comportamiento del río. La corriente se intensificó sin aviso y en cuestión de segundos el menor fue tragado por el agua. La angustia se apoderó de los presentes, que iniciaron una búsqueda desesperada sin éxito.

La noche transcurrió entre súplicas, rezos y la esperanza de un milagro. Pero este lunes en la mañana la realidad se impuso con dureza. En una zona de playa frente al caserío de Puerto Guandolo, muchos kilómetros río abajo, la Defensa Civil confirmó el hallazgo del cuerpo sin vida del niño.

El dolor fue inmediato y profundo. La familia, en shock, no puede asimilar la tragedia. Sus gritos desgarradores son la evidencia del sufrimiento que padecen. “No puede ser, no puede ser mi niño”, repetía su abuela.

Este lamentable suceso se suma al del menor fallecido horas antes en el río Frío, en la Zona Bananera, y prende nuevamente las alarmas sobre el peligro de los paseos familiares en zonas de ríos, sobre todo en temporadas de crecientes.

Las autoridades, visiblemente preocupadas por la seguidilla de tragedias, han emitido nuevos llamados a la prevención. «Los ríos no avisan. Un segundo de descuido puede ser fatal», insistieron desde los organismos de socorro.