La joven de 32 años fue hallada enterrada en una finca en Manatí, Atlántico, tras un año y ocho meses de búsqueda liderada por su padre, quien dejó su país para encontrarla. Las pistas apuntan a que su pareja, Franklin Trillos Yance, es el autor del crimen.

Wilmer Guerra no tenía mapa, ni guía, ni ayuda oficial. Solo el impulso de un padre y el presentimiento de que algo malo había ocurrido con su hija. Por eso dejó Venezuela sin conocer Colombia y con pocas pistas en la mano, pero con una certeza en el corazón: debía encontrarla.

Durante un año y ocho meses recorrió caminos, preguntó en calles, insistió ante autoridades que poco o nada hicieron. Hasta que dio con el lugar: una finca en el municipio de Manatí, Atlántico. Allí, enterrada, sin vida, encontró a su hija Wilmari Guerra, de 32 años.

El hallazgo confirmó su peor temor. Pero también encendió otro propósito. “Me preguntan si no me da miedo que me maten, y yo respondo: a ninguna persona la matan dos veces, y a mí ya me mataron cuando acabaron con la vida de mi hija”, dice con voz firme. No regresará a su país, asegura, hasta encontrar al responsable y hacerlo pagar.

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Todas las evidencias señalan a Franklin Trillos Yance, pareja sentimental de Wilmari, como el autor del crimen. Estaba prófugo al momento del hallazgo. Ya antes había amenazado de muerte a la joven cuando ella decidió alejarse. Audios revelados por las autoridades lo comprometen: “Lo hago y después me entrego. Ya no me importa pasar la vida en la cárcel”, dice en una de las grabaciones que fueron entregadas como prueba.

Wilmari había migrado a Colombia en busca de oportunidades laborales. Su historia terminó de la forma más dolorosa. Fue asesinada y enterrada en una finca donde trabajaba un familiar de su pareja. Allí llegó su padre, convertido en un investigador solitario que no descansó hasta hallarla. Ahora, su lucha no ha terminado. Su objetivo es dar con Franklin y verlo responder ante la justicia.

El homicidio, ocurrido en 2023, conmocionó al país y expuso nuevamente la falta de acción de autoridades ante desapariciones de mujeres. Wilmer lo enfrentó solo, guiado por amor, rabia y dolor. Y aunque ya encontró a su hija, su batalla no ha terminado.