Petro alcanza su primer gran logro en la paz total: Comuneros del Sur entrega 585 explosivos


En Nariño, el grupo disidente del ELN hizo entrega de minas, granadas y morteros como parte del proceso de dejación de armas. El presidente viajó hasta la zona para supervisar la destrucción del material bélico.

En una montaña de Nariño, donde el eco de la guerra aún habita las trochas, la paz comenzó a tomar forma con la entrega de 585 artefactos explosivos. Minas, granadas y morteros que por años simbolizaron el dominio del miedo en la región, pasaron esta semana a ser piezas desactivadas de una historia que el Gobierno quiere reescribir.

Por primera vez desde que el presidente Gustavo Petro lanzó su ambiciosa apuesta de paz total, una estructura armada —Comuneros del Sur, disidencia del ELN— hizo una entrega formal de su arsenal. El gesto, ocurrido a nueve meses del inicio oficial del proceso con este grupo guerrillero, representa el primer gran avance tangible en la estrategia del Ejecutivo para silenciar los fusiles en Colombia.

Petro viajó hasta Nariño para estar presente en el momento. No lo hizo solo: lo acompañaron el ministro de Defensa, Iván Velásquez; el comisionado de paz, Otty Patiño; el gobernador Luis Alfonso Escobar; y los jefes de las delegaciones de diálogo. Más de 2.000 personas presenciaron el evento en Pasto, donde se celebró lo que ya muchos consideran un punto de inflexión.

“El ELN se quedó cuidando cultivos de coca. Comuneros del Sur, en cambio, eligió el camino de la transformación”, dijo el presidente Petro, en un discurso cargado de simbolismo y crítica. No dudó en cuestionar a la guerrilla madre de la que se separó el frente, acusándola de traicionar a los campesinos y de alejarse del propósito político.

El gesto de Comuneros del Sur va más allá del símbolo: entregaron minas antipersonal, cilindros bomba y granadas que ya fueron destruidos por el grupo Marte del Ejército. El resto del material será entregado en los próximos tres meses, conforme al Decreto 0356 de 2025, publicado esta semana por el Gobierno, que establece el procedimiento de recepción, control y destrucción del armamento.

“Cuando me pidieron iniciar este proceso, el presidente fue claro: que no fracturáramos la paz nacional con el ELN. Aun así, la ruptura llegó”, confesó el comisionado Otty Patiño durante su intervención. “Pero gracias a esa decisión, hoy Colombia tiene un proceso de paz irreversible.”

La región de Abades, donde opera esta estructura conformada por cerca de 100 hombres, empieza a respirar con menos miedo. Y con cada explosivo destruido, se reduce el margen de la guerra.

En un país donde las promesas de paz han naufragado tantas veces, lo ocurrido en Nariño representa un cambio de narrativa: no es solo la palabra del Gobierno, sino el primer acto concreto de desarme voluntario en la era de Petro.

La paz, al fin, ha dado un paso más allá de los discursos.


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