Los hombres fueron atacados a tiros cuando estaban en la calle. Intentaron correr, pero los asesinos los persiguieron y los remataron. La Policía investiga posible ajuste de cuentas por microtráfico.

En el municipio de Ciénaga, la tarde del miércoles se tiñó de sangre y miedo. En cuestión de segundos, la tranquilidad del barrio San Juan fue sacudida por la violencia que se ha vuelto común, pero nunca menos aterradora.

Jhon Jaider Algarín Castro, conocido como «Gundito», y su amigo Jader David Orozco Ebrat se encontraban charlando frente a sus casas, en la calle 33 con carrera 8, cuando sicarios en moto se les acercaron con una intención clara: matarlos. 

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Ambos notaron el peligro e intentaron correr, buscando refugio dentro de sus viviendas, pero no lograron escapar. El conductor de la motocicleta los siguió y el parrillero abrió fuego sin piedad.

Se escucharon al menos ocho detonaciones en la cuadra. Los vecinos, aterrados, se encerraron como pudieron. Nadie se atrevió a mirar hasta que el silencio volvió. Al salir, la escena fue desgarradora: los dos hombres yacían tendidos, cada uno en un extremo de la calle, con heridas de bala en la cabeza y otras partes del cuerpo.

Aunque aún respiraban, la esperanza se desvaneció rápidamente. Fueron trasladados a una clínica cercana, pero no hubo forma de salvarles la vida. Murieron minutos después de su ingreso.

Las autoridades señalaron que la principal hipótesis apunta a una disputa entre bandas criminales por el control del microtráfico en la zona. Sin embargo, en el barrio, la gente solo habla del horror y la impotencia que dejó este doble crimen. Dos jóvenes asesinados en plena tarde, frente a su casa, como si sus vidas no valieran nada.

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Por ahora, no hay capturados. Solo miedo, dolor y otra página negra que se suma a la historia violenta que agobia a Ciénaga.