La nueva ley del miedo en Magdalena: matar a los seres queridos del enemigo


Ya no basta con eliminar al que la debe. En Fundación y Santa Marta, las estructuras criminales cobraron venganza con sangre inocente: esposas, madres, abuelas y niños son ahora el blanco para enviar mensajes de poder y control.

En el norte del Magdalena la violencia ha tomado un nuevo nivel de crueldad. Las balas ya no apuntan solo a quienes están en el conflicto: ahora atraviesan a los que no tienen nada que ver, a los que jamás empuñaron un arma ni hicieron parte de ninguna estructura. 

Madres, abuelas, esposas, hermanas e incluso niños se han convertido en el blanco de una estrategia que solo puede describirse como terrorista.

Bandas criminales que se disputan el control del narcotráfico y la extorsión han encontrado una nueva forma de sembrar miedo: atacar a los que más ama su enemigo. Si el objetivo logra huir, no importa. Las balas buscarán su círculo más cercano. Así ocurrió en los últimos meses en episodios que han estremecido a Magdalena: en Fundación, con el asesinato de dos adultas mayores, y en Santa Marta, con el ataque con fusil en la que fue asesinada una madre e hirieron a dos familiares de un cabecilla. Igualmente la joven esposa de un hombre que estaba ya en prisión. 

Fundación: dos abuelas asesinadas para vengarse de un hijo

Geo Martínez y Mabel Ponce eran dos mujeres de la tercera edad que vivían con tranquilidad en el barrio Juan 23 del municipio de Fundación. El sábado por la tarde, mientras conversaban sentadas en la puerta de su casa, un sicario descendió de una motocicleta, sacó una pistola y les disparó sin decir una palabra. Murieron casi que en el acto.

Lo que en un principio parecía un ataque sin sentido, pronto fue aclarado por fuentes de inteligencia: el atentado iba dirigido contra el hijo de una de ellas, un hombre con antecedentes penales que habría huido del municipio dejando cuentas pendientes con estructuras del crimen organizado.

“No pudieron encontrarlo, así que fueron por lo que más le dolía”, reveló un investigador policial. “Las asesinaron como mensaje. Para que él supiera que no puede escapar de esta guerra”.

Santa Marta también reportó víctimas inocentes 

Varias semanas antes, en el barrio El Pando de Santa Marta, ocurrió un hecho igual de brutal. Sujetos fuertemente armados ingresaron a la vivienda donde se ocultaba alias Mono Copete, Rubén Paredes Manga, señalado como líder de una red de microtráfico. El hombre logró escapar. Ellos no lo siguieron: se quedaron con su familia.

Apuntaron y dispararon a su madre, Inés Mercedes Manga Rodríguez, a su hermana y a su sobrino de tan solo 10 años. La madre murió en el acto. El niño y la mujer resultaron heridos, pero sobrevivieron.

“Dispararon con fusiles. No se trató de un error o de una bala perdida. Fue una ejecución planificada. El mensaje era claro: si no aparece, lo que él más quiere va a pagar”, contó un testigo que pidió reservar su identidad.

También en el mes de marzo fue asesinada en un estadero del barrio San Pablo Deidis Zúñiga, madre de 3 hijos, de quien se conoció era esposo de un individuo que estaba preso en la cárcel por múltiples delitos. 

Ya no hay refugio: el miedo se multiplica

Los investigadores coinciden en que esta modalidad no es aislada. Se trata de una nueva táctica que están empleando las bandas para obligar a sus rivales a entregarse, para debilitar sus redes y enviar señales de control. 

“No importa si la esposa, la madre, la abuela o el niño nunca estuvieron involucrados. Su sangre vale como amenaza, como advertencia, como castigo”, asegura un oficial de inteligencia del Magdalena.

En Fundación, el asesinato de Geo y Mabel ha dejado al barrio Juan 23 en estado de shock. “Eran mujeres buenas, queridas por todos. Si les pasó eso a ellas, entonces aquí nadie está a salvo”, dice Alberto Ramos, vecino del sector.

En Santa Marta, los habitantes de El Pando todavía no entienden cómo una madre que no tenía nada que ver con los negocios de su hijo fue acribillada con armas de guerra. “Eso no tiene nombre. Ya no respetan nada”, dice una vecina que conocía a Inés desde hace muchos años.

La guerra criminal en el norte de Magdalena ha roto sus propias reglas. Ya no hay códigos, ni líneas que no se crucen. La estrategia es golpear donde más duele. Así se asegura el miedo. Así se fortalece el poder.

“No están matando a los delincuentes. Están matando a sus madres, a sus hijos, a sus hermanos. Están demostrando que nadie puede protegerse”, resume con crudeza un agente del CTI de la Fiscalía.

La nueva modalidad del terror ya está aquí. Y su mensaje es inequívoco: si te escondes, si corres, no serás tú el que pague. Será tu madre. Tu abuela. Tu niño. Tu historia de amor. Porque para el crimen organizado, ahora, la venganza no se limita al cuerpo del enemigo. Se extiende hasta el alma.


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