
La historia del barbero que murió en masacre contra desmovilizado del ELN por ir a cortarle el cabello
Luis Bolaños, padre de cuatro hijos y querido en Maicao por su oficio y sencillez, fue una de las víctimas de la masacre en la vía Riohacha–Cuestecitas. Lo mataron junto al desmovilizado del ELN a quien le cortaba el cabello y al escolta asignado a protegerlo.
Luis Bolaños, conocido por todos en Maicao como «Pere, el barbero», no tenía enemigos, ni deudas, ni andaba en problemas. Su vida transcurría entre cortes de cabello, bromas con sus clientes y tiempo con sus cuatro hijos.
Era uno de esos personajes populares, humildes, que se ganan el cariño del barrio sin hacer ruido. Pero la muerte lo sorprendió en una vía desolada de La Guajira, a más de 20 kilómetros de su hogar, en el peor momento y junto a la peor compañía.
Lo asesinaron por estar en el lugar equivocado.
Pere había salido con uno de sus clientes más frecuentes: Jerson Andrei Sanguino, un desmovilizado del ELN con esquema de protección del Estado, que lo contrataba para que le cortara el cabello en casa o donde fuera necesario. Ya habían hecho ese recorrido antes. Lo acompañaba como de costumbre, sin imaginar que esta vez no regresaría.
En plena carretera entre Riohacha y Cuestecitas, cuando ya iban de regreso, el vehículo Hyundai Elantra en el que se movilizaban fue interceptado por dos motos. De ellas bajaron cuatro hombres armados que les dieron la orden de detenerse. Después, los obligaron a bajarse del carro, los maniataron y les dispararon sin piedad. A los tres. Nadie sobrevivió.
Los cuerpos fueron abandonados a un costado de la vía, junto al carro que tenía pintadas las letras «EGC» y un mensaje del Clan del Golfo. Un aviso macabro. Un ajuste de cuentas.
El verdadero objetivo del ataque era Sanguino. Se había desmovilizado del ELN en 2018, era testigo protegido de la Fiscalía y tenía antecedentes de atentados en su contra: fue secuestrado en Tibú en diciembre de 2023 y sobrevivió a un ataque con granada en abril de 2024 en Cúcuta. Su vida estaba marcada por el riesgo y el acecho constante.
Para protegerlo, la Unidad Nacional de Protección le había asignado un escolta apenas cinco días antes: Boris Omel Rodríguez, también de Maicao. Un hombre con experiencia, que terminó cayendo en la misma emboscada mientras cumplía con su trabajo.
Luis Bolaños no era parte de ese mundo. No tenía nada que ver con guerrillas, ni con esquemas de seguridad, ni con los enemigos de su cliente. Solo era un barbero, uno bueno y servicial. Uno de esos que te sacan conversación mientras te acomodan el cabello. Uno que murió sin merecerlo.
Hoy, en Maicao, sus hijos, su familia, sus clientes y amigos lo lloran. La silla de su barbería quedó vacía. Nadie entiende cómo ni por qué terminó metido en una historia que no era la suya.
Y mientras las autoridades investigan a los responsables del crimen —con el Clan del Golfo como principal sospechoso—, en La Guajira se suma una nueva tragedia: la de un inocente que, por ganarse la vida con honestidad, terminó cayendo en medio de una guerra ajena.
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