
Infarto lo fulminó en plena vía: mototaxista apenas pudo frenar
Un hombre que se movilizaba como pasajero en una mototaxi sufrió un infarto fulminante cuando iba rumbo al barrio María Eugenia. El conductor, que no entendía qué ocurría, frenó de emergencia y lo bajó del vehículo, pero ya no había nada que hacer.
Jhonny Quintero creyó que era una carrera más, como las decenas que hace a diario para ganarse la vida. Recogió al pasajero en el barrio Villa Betel, como a las 8 de la mañana.
El hombre, de contextura delgada, se subió con algo de dificultad, pidió que le rebajara un poco el valor del viaje hasta María Eugenia y se acomodó detrás de él sin mayor conversación.
Nada parecía extraño. Ni la solicitud de rebaja, ni la falta de charla. Era normal. Pero todo cambió cuando atravesaban el intercambiador de La Lucha, una zona donde los mototaxistas aceleran para cruzar rápido antes que los vehículos más grandes.
“De repente lo sentí pesado, como si se me fuera hacia un lado”, cuenta Jhonny, aún nervioso por lo que vivió. “Pensé que se me iba a caer, y ahí fue cuando empecé a hablarle, a preguntarle si estaba bien, pero no respondía”.
Fue cuestión de segundos. El cuerpo inerte del pasajero le cayó sobre la espalda y le hizo perder el equilibrio. Por poco ambos caen de la moto. Frenó como pudo. Se bajó rápido. Lo sostuvo, lo puso sentado en el bordillo del separador y trató de reanimarlo, pero no reaccionaba.
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“Tenía los ojos cerrados, no respiraba. Yo no sabía qué hacer. Solo le dije a la gente que llamaran una ambulancia, pero cuando llegaron ya estaba muerto”.
Una vez más, la muerte sorprendió en la calle. Esta vez, sin violencia, sin ruido, sin sangre. Fue un infarto fulminante el que acabó con la vida de ese pasajero anónimo que iba rumbo a María Eugenia, quizás a una cita, quizás a su casa, quizás solo de paso.
“Yo no supe ni cómo se llamaba”, dice Jhonny, con la voz entrecortada. “Solo sé que se subió a mi moto, me pidió que le rebajara y que en cuestión de minutos se me murió ahí atrás. Es algo que no se le olvida a uno nunca”.
La Policía llegó poco después, confirmó el deceso y acordonó el lugar. El cuerpo, aún recostado al bordillo, fue tapado con una sábana azul. Los curiosos se acercaron.
Mientras tanto, Jhonny Quintero seguía sentado a un lado de su moto, con la cabeza entre las manos. No podía creerlo. Nunca imaginó que una carrera terminaría en tragedia. Mucho menos así.
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