
Amenazas y asesinato obligan a familia de tenderos a vender el negocio
El crimen de Jairo Villamil dentro de su tienda en Sabanagrande dejó una comunidad consternada. Horas después, la familia puso en venta el local, alimentando los temores por una posible extorsión.
La tienda “La Nuevecita”, conocida por ser punto de encuentro en el barrio Caracoles de Sabanagrande, amaneció este miércoles con un letrero inesperado en su fachada: “SE VENDE”. Un aviso que dice más de lo que muestra, y que resume el miedo que se instaló en la comunidad tras el asesinato de Jairo Manuel Villamil Solano, ocurrido un día antes dentro del mismo local.
Jairo, de 36 años, fue atacado a las 9:59 a.m. del martes por un hombre armado que ingresó caminando al establecimiento mientras otro lo esperaba en moto afuera.
Dos disparos al pecho bastaron para segarle la vida. Aunque fue trasladado con urgencia al hospital municipal y luego remitido a la Clínica Universidad del Norte en Soledad, nada pudieron hacer los médicos. El tendero falleció pocas horas después.
Una muerte que sembró el miedo
Jairo abría la tienda esa mañana. Lo hacía todos los días. Vivía en el segundo piso de la vivienda y atendía el negocio del primero junto a su hermano. Siempre con una sonrisa, cuentan los vecinos. Era un rostro familiar, amable, servicial.
Por eso, su asesinato en pleno horario comercial sacudió a todo el barrio. Nadie vio venir lo que pasó, pero muchos comenzaron a atar cabos apenas se conoció que el local había sido puesto en venta casi de inmediato. La teoría que más se escucha en voz baja entre vecinos y comerciantes es la misma: extorsión.
Aunque la Policía aún no confirma los móviles del crimen, ni ha emitido comunicados que vinculen formalmente el hecho con estructuras extorsivas, la percepción general en el barrio Caracoles es que algo más hay detrás del homicidio. “Aquí nunca se había visto que una familia vendiera el negocio apenas unas horas después de un crimen si no tuviera miedo”, dijo un comerciante que prefirió no dar su nombre.
La rápida decisión de deshacerse del local familiar no solo dejó sin sustento a los Villamil, sino que dejó a los demás comerciantes con una sensación de vulnerabilidad.
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