
Ganadero denunció a sus extorsionistas y lo mataron dejándole letrero: “por sapo”
El reconocido comerciante y propietario de finca del sur del Magdalena fue asesinado afuera de un establecimiento donde compartía con amigos.
Por años, Martín Elías Fonseca Machado dedicó su vida al comercio y la ganadería en el Magdalena. Era un hombre trabajador, conocido entre sus allegados por su carácter firme y su rechazo a las imposiciones de los violentos. Pero su determinación le costó la vida. La noche del lunes 3 de febrero, mientras compartía con amigos en un establecimiento comercial, fue asesinado a sangre fría en el municipio de Pijiño del Carmen en el sur del departamento.
El sonido de los disparos quebró la tranquilidad del lugar. En cuestión de segundos, Fonseca yacía en el suelo, su sangre tiñendo el piso del negocio.
A su alrededor, el pánico se apoderó de los testigos. Sin embargo, más allá del crimen, lo que causó un escalofrío entre los presentes fue lo que dejaron sobre su cuerpo: un panfleto.
La advertencia escrita en sangre
El mensaje, firmado por el autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia (E.G.C.), no dejó dudas sobre la razón del asesinato.
«Por sapo y lengua floja y para todos los cuatreros y ladrones. Ejército Gaitanista de Colombia, al pie de lucha por el pueblo.»
Las palabras eran una sentencia. Una advertencia explícita para quienes, como Fonseca, osaran desafiar el poder de los grupos ilegales que controlan el territorio a punta de miedo y extorsión.
Según las primeras versiones, el comerciante había sido blanco de amenazas en los meses previos a su muerte. Se negó a pagar extorsiones y, en un acto de valentía —o quizá de desesperación—, denunció a sus victimarios. Pero su voz no encontró eco en una región donde la ley de los fusiles parece imponerse sobre la justicia.
Terror y silencio en Magdalena
El asesinato de Fonseca no es un caso aislado. En los últimos meses, la violencia contra comerciantes y ganaderos ha ido en aumento. Las estructuras criminales que operan en la zona han convertido la extorsión en un negocio lucrativo y letal. Quien no paga, muere.
Las autoridades, aunque han prometido investigar, aún no han confirmado la autenticidad del panfleto ni su relación directa con el crimen. Sin embargo, los habitantes del sector tienen su propia verdad: los asesinatos con mensajes amenazantes se han vuelto una práctica recurrente en Santa Marta y municipios de Magdalena.
Mientras la familia de Fonseca llora su pérdida y clama justicia, en los municipios de Magdalena reina el miedo. Nadie quiere ser el próximo «sapo». Nadie quiere terminar con un panfleto sobre el pecho y su nombre tachado por la violencia.
Pero, ¿hasta cuándo?
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