
“No me dejen morir a mi pelaito”: el grito de una madre que clama por salvar a su hijo herido por la delincuencia
El joven trabajador de 28 años, lucha por su vida tras recibir dos impactos de bala aparentemente durante un intento de atraco. Su madre denuncia negligencia en el sistema de salud y la falta de garantías para salvarlo.
Desde la noche del miércoles, la vida de Astrid se convirtió en un infierno. Su hijo, Jesús Alberto Higinio, de 28 años, fue atacado a tiros en el barrio Oasis cuando regresaba a casa tras una jornada laboral intensa.
Según testigos, el joven fue abordado por un delincuente motorizado que intentó robarle el dinero de su sueldo que llevaba. Chuy, como le decían de cariño, opuso resistencia y recibió dos disparos que lo dejaron gravemente herido.
El clamor desesperado de la madre
Fue trasladado de urgencia a la clínica Los Nogales, donde su madre comenzó una carrera contrarreloj, no solo contra la muerte, sino contra un sistema de salud que, según ella, le cerró las puertas en el momento más crítico.
«¡No me dejen morir a mi pelaito!», gritaba desesperada Astrid a las afueras del centro asistencial, entrada ya la medianoche, suplicando por una ambulancia medicalizada que permitiera el traslado de su hijo a un hospital de mayor nivel.
Asegura que Jesús logró ser estabilizado, pero que su estado requería atención especializada inmediata que no se le pudo brindar por falta de recursos y cupos.
En medio del caos, Astrid usó los medios de comunicación presentes en el lugar para denunciar lo que consideró una indiferencia inaceptable del sistema.
“Si fuera un muchacho de plata, ya lo hubieran llevado a una clínica mejor. Pero como somos humildes, nos dejan aquí tirados”, expresó entre lágrimas, abrazada a otros familiares que llenos de impotencia permanecían a la espera de respuestas que no llegaban.
Aseguran que fue un atraco
En el barrio Oasis, la indignación crece. Vecinos y familiares defienden la integridad de Jesús y aseguran que se trataba de un joven honesto y trabajador, que jamás estuvo vinculado a hechos delictivos.
“Solo iba con su sueldo, ese que con tanto esfuerzo ganó para llevar comida a su casa”, narró un vecino cercano.
Las circunstancias exactas del ataque son materia de investigación por parte de las autoridades, pero el drama humano que rodea a esta familia evidencia una doble tragedia: la violencia que no da tregua en Santa Marta y la precariedad de un sistema de salud que, muchas veces, no responde como debería.
A esta hora, Jesús continúa luchando por su vida. Su cuerpo maltrecho intenta resistir el daño de las balas, mientras su madre no se despega de la sala de urgencias. “Yo no me voy hasta que mi hijo esté seguro. Si hay que sacarlo cargado, lo hago. Pero no me voy a rendir”, dice Astrid, aferrada al milagro.
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