Mega cárcel en ruinas: promesa de alivio para el hacinamiento carcelario se desvanece entre abandono y miedo armado


La obra fue presentada como la solución definitiva al hacinamiento penitenciario del Magdalena. Hoy, cuatro años después, la mega-cárcel de Sabanas de San Ángel no solo está paralizada, sino que se convirtió en un símbolo del abandono estatal, los errores de planeación y el temor que impone el crimen armado en la región.

Un muro a medio levantar, una garita sin vigilancia y una planicie de concreto que se funde con la tierra polvorienta del municipio de Sabanas de San Ángel, es lo único que queda de la promesa que hizo el Gobierno Nacional: construir una mega-cárcel moderna para desahogar el colapsado sistema penitenciario del Magdalena y regiones aledañas. Hoy, esa estructura es más un cementerio de ladrillos que un proyecto en ejecución.

“Nos sacaron a todos. Un día llegaron hombres armados en motos y nos dijeron que nadie trabajaba más aquí”, cuenta un exobrero que pide no revelar su identidad. “Después de eso, la obra quedó sola… vinieron unas veces más, pero ya nadie se atreve a quedarse”, añade.

Ese testimonio resume uno de los factores que terminó por paralizar la obra desde finales de 2022: las amenazas de grupos armados ilegales que, según denuncias, ejercen control en zonas rurales del Magdalena. Aunque el Gobierno intentó reactivar los trabajos en septiembre de 2023, el miedo y la falta de condiciones técnicas acabaron por frenar el proyecto.

Una promesa para descongestionar el infierno

La cárcel de San Ángel, de más de $291.000 millones, se proyectó para 1.500 internos y pretendía aliviar la crítica situación de hacinamiento que viven las estaciones de policía, la cárcel Rodrigo de Bastidas en Santa Marta y otros centros de reclusión en el departamento. Según cifras de 2024, el hacinamiento supera el 200 % en algunas estaciones.

“Tenemos internos durmiendo en el suelo, en pasillos, y hasta en los baños. La cárcel de Santa Marta fue diseñada para 360 personas y hoy tiene más de 900”, explica un funcionario del INPEC. “La mega-cárcel era un alivio más que necesario”, lamenta.

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Pero esa esperanza se está desmoronando. Según la Contraloría y la Procuraduría, la obra presenta apenas un 34 % de avance. Se han invertido más de $110.000 millones, pero las estructuras están inconclusas y los servicios básicos —como redes eléctricas y acometidas— nunca fueron proyectados correctamente.

Una obra sin cimientos firmes

El problema no es solo de seguridad. También es de mala planeación y desconocimiento del terreno. La Unidad de Servicios Penitenciarios (USPEC) reconoció que el lote —donado por la Gobernación del Magdalena— tiene suelos con arcillas expansivas, lo que obliga a una reestructuración costosa del proyecto.

“Es como si hubieran comenzado una obra sin hacer los estudios mínimos”, critica el ingeniero Johny Marrugo que analiza el. “Lo que hay es casi inservible si no se invierte mucho más, y nadie quiere asumir ese costo ahora”.

La Contraloría advirtió que, si no se toman decisiones pronto, la cárcel se convertirá en un elefante blanco, otro más en la larga lista de obras abandonadas del Caribe colombiano.

La cárcel que se perdió entre el miedo y la desidia

Mientras los informes se acumulan en los escritorios de Bogotá y los contratistas esquivan las preguntas, el territorio sigue esperando. En Magdalena, los habitantes ya se resignaron a que la mega-cárcel no será más que otra estructura olvidada.

Y en Santa Marta, los policías improvisan calabozos en sus estaciones y los jueces se ven obligados a dejar en libertad a capturados por falta de cupos.

¿Y ahora qué?

La Procuraduría le ha pedido a la USPEC que reactive el proyecto y cumpla los cronogramas de entrega entre junio y diciembre de 2025, pero los técnicos saben que eso es casi una ilusión.

La mega-cárcel de San Ángel, que prometía ser la más moderna del norte del país, hoy está atrapada entre la ausencia de Estado, el temor a los violentos, errores de planificación y una burbuja de promesas políticas que se evaporaron.

Mientras tanto, el problema de hacinamiento carcelario en el Magdalena sigue creciendo, y cada día que pasa, esa solución que parecía tan cercana, se hunde más entre la maleza, el polvo… y el olvido.


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