
Magdalena, convertido en campo de guerra de grupos criminales: van 340 muertos
El 2025 ya es el año más violento en el Magdalena. Sicariatos, extorsiones y asesinatos de familiares de criminales desatan el terror en todo el departamento.
El Magdalena se ha convertido en una trinchera. En seis meses, han asesinado a 340 personas. Es una masacre silenciosa que ocurre a diario, pueblo por pueblo, calle por calle. No importa la hora ni el lugar. La muerte circula en moto, con armas de corto y largo alcance, sin justicia.
Lo más grave no es solo el número, que ya de por sí es escandaloso. Lo verdaderamente alarmante es que la violencia se volvió norma. No sorprende. No indigna. A veces, ni se reporta. Se matan unos a otros, y también a los suyos. Matan al enemigo, pero también a su madre, a su hijo, a su esposa.
En el Magdalena ya no hay reglas. Solo plomo, silencio y miedo.
Los muertos están cayendo en cada rincón del Magdalena. Santa Marta, Ciénaga, Zona Bananera, Pueblo Viejo, Fundación, Aracataca, Pivijay, Sitio Nuevo. Cada semana hay nuevos reportes. Sicarios en moto, hombres armados que entran a casas, balaceras en barrios donde antes jugaban niños. La gente ya no vive: sobrevive.
Aumento del horror
La guerra no es nueva. Pero ahora es más salvaje. La confrontación entre el Clan del Golfo y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra se ha multiplicado en nuevos frentes. A ese fuego cruzado se sumaron Los Primos en el centro del departamento y Los Carperos en el sur. Lo que antes era una disputa localizada, ahora es una red de violencia que abarca casi todo el Magdalena.
Y lo más grave: la violencia ya no solo va contra los integrantes de grupos criminales. Ahora también matan a sus familias. Ejecutan a madres, esposas, abuelos, hijos. Lo hacen en sus propias casas, delante de testigos, para dejar un mensaje. Como en Santa Marta, donde a una mujer la acribillaron con fusil. Como en Fundación, donde asesinaron a dos ancianas. O en Santana, donde cayó un joven de 16 años, hijo de un privado de la libertad por “sapo de la ley”. La señal es clara: nadie está a salvo.

La voz de un experto
Lerber Dimas, experto en conflicto armado y voz clave en este seguimiento, lo resume sin rodeos: “Estamos ante una situación crítica. El Magdalena está en guerra. Y los civiles están en el medio. No hay protección, no hay estrategia. Se rompieron los códigos del crimen. Hoy matan a quien sea para enviar mensajes.”
Pese a los consejos de seguridad, pese a la visita del ministro de Defensa, la realidad no ha cambiado. En muchos pueblos no se puede andar de noche. Ni siquiera de día. Las carreteras que conectan municipios se convirtieron en rutas de miedo, con presencia armada, amenazas y retenes ilegales. El comercio sufre, las familias migran en silencio, y la población se queda callada para no ser la próxima.
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“La gente ya no denuncia. Sabe que no hay garantías. La institucionalidad está desbordada, y los municipios no se articulan ni con la Gobernación ni entre ellos”, denuncia Dimas.
Otros flagelos están disparados
A la crisis de homicidios se suma el aumento de extorsiones, desapariciones forzadas, reclutamiento y desplazamientos internos. El Magdalena está bajo fuego, y no existe un plan real para frenarlo. Solo cifras, promesas y comunicados.

Los reportes oficiales muchas veces no coinciden. Hay municipios donde la Policía reporta un homicidio y Medicina Legal cuenta dos. O donde ningún ente lo registra, pero el cadáver está allí, documentado por medios locales. Así se reconstruye la verdad en un departamento donde el Estado llega tarde o no llega nunca. En Pivijay, incluso hasta los propios familiares han recogido a sus muertos sin esperar a la autoridad y enterrado en el cementerio sin importar el trámite judicial.
Hoy, el Magdalena no es solo una región con altos índices de criminalidad. Es un departamento convertido en campo de guerra. Un lugar donde la gente no pide ya vivir en paz, sino al menos llegar con vida a su casa.
Y si nada cambia, si no se toman medidas urgentes como un plan maestro de seguridad, como lo sugiere Lerber Dimas, estudioso de estos asuntos, el 2025 quedará escrito como el año en que la violencia se adueñó completamente del Magdalena.
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