El hombre fue atacado a tiros mientras compartía con amigos en un estadero frente al parque del sector. El ataque generó pánico y consternación en la comunidad.

La noche del lunes festivo terminó convertida en horror en el sector Gaira, en Santa Marta. Lo que parecía una jornada tranquila, se transformó en una escena de horror cuando hombres armados atacaron a balazos a Junior Pinedo Martínez, conocido en el barrio como “Junior Mariscos”.

El joven, comerciante reconocido en la zona por su negocio de mariscos, se encontraba sentado con unos amigos, tomándose unas cervezas en un estadero frente al parque principal de Gaira. Sin mediar palabra, los sicarios llegaron en una motocicleta y abrieron fuego por la espalda. Varios impactos en la cabeza le arrebataron la vida de inmediato. Quedó tendido boca abajo, sin signos vitales, aún sentado en la silla en la que minutos antes reía.

El caos por el atentado 

El terror se apoderó de los presentes. Algunos corrieron a refugiarse, otros intentaron auxiliarlo, pero ya no había nada que hacer. Pocos minutos después comenzaron a llegar los familiares, alertados por las llamadas urgentes. La escena se volvió desgarradora: gritos, llanto incontenible y rostros llenos de incredulidad marcaron el ambiente.

“Era un pelado trabajador, todo el mundo lo quería”, decía una vecina que lo conocía desde niño. Nadie se explica por qué lo asesinaron de forma tan fría y violenta. Para muchos, no tenía enemigos, ni estaba vinculado a ningún hecho irregular.

Era tanto el reconocimiento de Junior en Gaira que incluso también le apostó a la política, proponiendo su nombre como Edil de la localidad 3.

La Sijín de la Policía Metropolitana llegó al sitio para realizar la inspección técnica del cadáver y trasladarlo a Medicina Legal. Aunque las autoridades no han entregado mayores detalles, investigan si el crimen está relacionado con ajustes de cuentas o amenazas recientes. Hasta el momento no hay capturados ni pistas claras de los responsables.

El asesinato de Junior Marisco deja una estela de tristeza y preocupación en Gaira. Una comunidad que, una vez más, ve caer a uno de sus hijos en medio de una ola de violencia que no da tregua.