
“Perdóname, papi”: la última palabra de Luciana antes de cerrar sus ojos para siempre
La niña de 13 años murió tras ser atropellada por un camión cisterna cuando fue, sin permiso, a comprar un boli. Su padre, aún en shock, revive el momento más doloroso de su vida.
Luciana Labarces Castro tenía 13 años. Era la menor de dos hermanos. Su casa estaba en el barrio Corea. Y lunes festivo por la noche, simplemente quería un boli.
Su papá, destrozado, cuenta que ella no pidió permiso. Salió en la bicicleta de su hermano junto a un amigo.
Iban a comprar el boli como otras veces. Pero esta vez… no llegó a su destino y tampoco regresó a su casa.
“A esa hora, no debía estar afuera”, repite su padre, como quien quiere convencerse de que todo fue solo una pesadilla.
Cuando la niña iba llegando, un camión cisterna cargado con agua giró sin notar su presencia.
Las llantas pasaron por encima de ella. Su pierna quedó destrozada.
En medio del dolor, con el cuerpo mutilado, Luciana no gritó.
No pidió ayuda. No lloró. Solo dijo una frase: “Perdóname, papi”. Y luego cayó inconsciente.
La carrera al hospital
Luciana fue llevada de inmediato a la Clínica Bahía. Llegó con vida. Aguantando. Peleando. Pero las heridas eran demasiado graves.
Los médicos hicieron todo lo posible.
Horas después, murió.
Su padre no logra procesarlo. Su madre, simplemente, no habla. Era su única hija.
La bicicleta intacta
La bicicleta con la que salió sigue intacta. Es del hermano mayor.
Él tampoco logra entender cómo, en tan solo unos minutos, todo cambió.
Los amigos de Luciana, sus vecinos, sus compañeros del colegio, no se han movido del frente de la casa.
Esperan. Lloran. Se abrazan.
El barrio entero está en silencio.
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“Salió por un boli”
Su padre insiste: “Fue por un boli. Por una travesura. Porque no midió el peligro. Por eso la perdí. Yo daría todo por haberle dicho ‘no salgas’. Por detenerla. Por cambiar ese minuto.”
La familia ha confirmado que los dueños del camión han estado pendiente de todo. Pero eso no llena el vacío. No borra esa última imagen.
No borra esas palabras. “Perdóname, papi.”
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