Comando armado masacra a cuatro personas en billar de Palermo y desata el terror


Hombres armados con fusiles irrumpieron en el establecimiento y dispararon sin piedad. Cuatro muertos, varios heridos y un municipio paralizado por el miedo. Habitantes denuncian que Palermo, Atlántico, está siendo tomado por grupos criminales y el Estado no responde.

Una rafaga de disparos generó terror el sábado en el corregimiento de Palermo, municipio de Situo Nuevo.

La noche del sábado, un comando armado con fusiles de largo alcance abrió fuego indiscriminadamente contra clientes y trabajadores del billar “El Líder”, ubicado en plena Troncal del Caribe.

El ataque fue directo, calculado y despiadado: cuatro personas asesinadas en el acto y al menos otras cuatro heridas.

Las víctimas mortales fueron identificadas como Marlon Pertuz Gutiérrez, Zoraida Atencio Sierra, su esposo (aún sin identificar), y Francisco Guzmán.

No fue un ajuste de cuentas selectivo. Fue una masacre a plena vista, sin distinciones, sin advertencias. Quienes estaban allí murieron o corrieron por sus vidas.

“Eso fue una guerra. Disparaban sin mirar a quién. Nunca habíamos vivido algo así”, relató una mujer que vive a escasos metros del lugar y que prefirió guardar el anonimato por miedo a represalias.

Palermo, tierra sin ley
Este nuevo baño de sangre no es un caso aislado. A solo unos metros del lugar del atentado, en abril, un policía fue asesinado por sicarios.

Desde entonces, la violencia ha escalado y la presencia de estructuras armadas ilegales parece más evidente. La comunidad no habla de simples bandas criminales: dicen que en Palermo “mandan los fusiles” y que el Estado ya no controla el territorio.

Mientras la gente vive en zozobra, la respuesta institucional ha sido mínima. Las autoridades apenas iniciaron las investigaciones mientras la población pide, grita, exige: ¡que el Gobierno Nacional actúe!

Calles vacías, miedo encendido
La mañana del domingo fue el reflejo de un pueblo derrotado por el miedo. Bajo una lluvia persistente, Palermo amaneció en silencio. Las calles vacías, los comercios cerrados y un toque de queda no oficial impuesto por el mismo terror.

La orden de cerrar los establecimientos había llegado horas antes del atentado, supuestamente de los mismos grupos ilegales que dominan el territorio.

“Ya no somos libres, no podemos ni abrir las tiendas sin permiso de ellos”, denunció un comerciante.

Palermo no solo está de luto: está abandonado. Y su gente, hoy más que nunca, clama por auxilio.


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