Petro y su tren a China: la nueva perla presidencial que desata elogios, dudas y memes


El presidente Gustavo Petro sorprendió al país con su anuncio de un tren interoceánico que conectaría a Colombia con China, una idea que mezcla ambición geoestratégica con desafíos ambientales, financieros y diplomáticos.

En un país acostumbrado a escuchar promesas de infraestructura que terminan en maquetas o enredadas en la selva de la burocracia, Gustavo Petro volvió a subir la apuesta. Esta vez no se trata de un simple tren nacional o de una reforma estructural. El presidente colombiano, en tono seguro y rodeado de banderas chinas, anunció con entusiasmo su nueva visión: conectar a Colombia con China mediante un tren interoceánico.

La declaración, hecha durante su visita a Beijing, sonó tan ambiciosa como provocadora. “Queremos que Colombia se convierta en el puente comercial de América Latina con Asia”, dijo Petro, mientras oficializaba la adhesión del país a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el megaproyecto global del gobierno chino.

En otras palabras, un ferrocarril entre Cupica (Chocó) y Turbo (Antioquia), que cruce la selva del Darién y sirva como alternativa al congestionado Canal de Panamá.

Las redes sociales estallaron. Mientras algunos aplaudían la audacia del mandatario y celebraban la visión geopolítica, otros lo ridiculizaban con memes en los que el tren partía desde Bogotá directo a Shanghái. “El tren de Petro va más lejos que el metro de Bogotá”, bromeaba un usuario en X (antes Twitter).

Sin embargo, más allá de la burla o la euforia, el anuncio ha encendido un debate serio. El corredor férreo, de 198 kilómetros, incluiría 130 km de viaductos y 11 km de túneles, atravesando una de las zonas más biodiversas, peligrosas y remotas del país. Un desafío técnico monumental que también despierta alertas ambientales: ¿qué pasará con la fauna, la flora y las comunidades indígenas que habitan la selva del Darién?

El proyecto aún está en fase de prefactibilidad. Se estima que los estudios de impacto ambiental y viabilidad económica podrían desarrollarse en tal sentido, pero desde ya surgen dudas: ¿tiene Colombia la capacidad fiscal para una obra de más de 60 billones de pesos? ¿Vale la pena el riesgo ecológico por un sueño logístico?

La alianza con China también genera suspicacias. En Washington, el principal socio comercial de Colombia, no ha caído del todo bien el nuevo coqueteo con el gigante asiático. Expertos advierten que el ingreso a la Ruta de la Seda puede incomodar a Estados Unidos, justo en momentos en que la región vive una nueva tensión de influencias geopolíticas.

Aun así, Petro insiste en que su proyecto va más allá de la coyuntura. Habla de soberanía, de una infraestructura para el siglo XXI, y de dejar atrás la dependencia de rutas controladas por terceros. “El mundo está cambiando y Colombia no puede quedarse atrás”, sentenció.

Por ahora, su tren a China sigue siendo una idea sobre rieles de papel. Pero como toda gran promesa, ya dejó su huella: puso a hablar a medio país, reavivó debates sobre soberanía y desarrollo, y dejó una nueva joya para el álbum de declaraciones memorables de un presidente que no teme pensar en grande, aunque a veces parezca desconectado de la realidad.


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