135 vidas apagadas en solo tres meses en el corredor de la muerte en Magdalena


Santa Marta, Ciénaga y Zona Bananera lideran la lista de los municipios más violentos del Magdalena.

El Magdalena despierta cada día con la sombra de la violencia cerniéndose sobre su territorio. De enero a marzo de 2025, 135 personas han perdido la vida en lo que los expertos han denominado el «corredor de la muerte», una franja de terror que atraviesa el norte del departamento, incluyendo su capital, Santa Marta.

La guerra no se detiene, las treguas son efímeras y las estrategias gubernamentales parecen naufragar ante el horror de los hechos.

La Plataforma de Defensores de Derechos Humanos, Ambientales y Lideres de la Sierra Nevada – PDHAL, en su más reciente informe, reveló cifras que estremecen. De los 135 homicidios registrados, 128 corresponden a hombres y 7 a mujeres, estas últimas víctimas de feminicidios. Santa Marta lidera la lista con 43 asesinatos, seguida de Ciénaga (23), Zona Bananera (22), Fundación (13), Pivijay (12), Pueblo Viejo (8), Aracataca (8) y El Retén (6).

Las víctimas tienen nombres, rostros, historias truncadas. La mayoría son miembros o colaboradores de organizaciones criminales, pero también hay ciudadanos inocentes que, por no ceder ante las presiones del crimen organizado o por una simple imprudencia, han encontrado la muerte.

Una guerra sin fin
El conflicto que azota el Magdalena tiene actores bien identificados: las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia y, más recientemente, Los Primos, un grupo que ha fortalecido su accionar en la región, sumándose a esta lucha encarnizada por el control del territorio.

En medio de la pugna, los métodos de violencia han alcanzado niveles macabros. Según Lerber Dimas Vázquez, director ejecutivo de la PDHAL, los asesinatos no solo han aumentado en número, sino que han escalado en crueldad. Decapitaciones y otros actos atroces se han convertido en la macabra firma de esta guerra.

“Estamos frente a un escenario desmedido de violencia que está creciendo”, advierte Dimas Vázquez. “En la parte norte, que hemos denominado lamentablemente el ‘corredor de la muerte’, no se ha logrado estabilizar en materia de seguridad. Hay una estrategia fallida que se ha implementado durante muchos años y a pesar de que no funciona, persisten en continuarla. Hoy vemos esos resultados negativos”.

¿Dónde está la solución?
El panorama es desolador. Mientras las autoridades anuncian capturas, ofrecen recompensas y despliegan operativos militares y policiales en los puntos más críticos, la guerra sigue su curso. Entre las distintas instancias de gobierno —distrital, municipal, departamental y nacional— se percibe una desconexión que impide una estrategia efectiva para frenar el baño de sangre.

Los habitantes de la región viven con el miedo tatuado en la piel. Los disparos en la madrugada, los cuerpos abandonados en las carreteras y el llanto de las familias que despiden a sus seres queridos se han convertido en escenas cotidianas. En cada barrio, en cada vereda, la misma pregunta resuena: ¿Cuándo terminará esta guerra?


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